20 de abril de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.
Una anciana es detenida por la policía inglesa. La acusan de haber pasado hace años información a los rusos para que pudieran desarrollar la bomba atómica. Ella no lo niega e irá evocando delante de su hijo aquellos tiempos en que se enamoró de un joven comunista en Cambridge y empezó a considerar que no era bueno para la paz mundial que el poder nuclear norteamericano no tuviera contrapeso.
Sophie Cookson y Judi Dench están estupendas en los papeles de Joan Stanley joven y anciana. El personaje está inspirado en la historia real de Melita Norwood y, aunque seguramente se han cargado las tintas en los componentes amorosos de la historia y en el compromiso pacifista de aquella mujer, La espía roja resulta una película interesante en la que la trama romántica no resulta molesta y que tiene la virtud de dar que pensar sobre si las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki no deberían ser vistas como el mayor atentado terrorista de la historia. Es verdad que La espía roja está muy lejos en sutileza y profundidad de Copenhague, la magnífica obra de Michael Frayn que Claudio Tolcachir estrenó en el Palacio Valdés hace un par de meses. Sin embargo, la película de trevor Nunn también tiene interés por lo que plantea sobre aquella carrera científica con tantas implicaciones éticas y políticas en la que se vieron involucrados físicos de varios países.