6 de agosto de 2013. Teatro Cervantes, Béjar. XVII Semana de Cine Español.
Los ojos de la guerra son los de los reporteros. Gentes como Enrique Meneses, Gervasio Sánchez, Rosa María Calaf, Mikel Ayestarán, Ramón Lobo, Sergio Caro o Arturo Pérez-Reverte muestran que la verdad de lo que sucede en las zonas con conflictos depende de la pluralidad y honestidad de quienes lo relatan. Los testimonios sobre su trabajo y las imágenes de la forma en que lo hacen algunos de ellos son el contenido de este documental sobre las guerras y sobre el periodismo en las guerras.
Los desastres de la guerra. Ese podría ser también el título de un documental que muy oportunamente se abre y se cierra con la mirada de Goya, la que inauguró el género. En medio, imágenes de Bosnia, Afganistán, Irak o el Congo y de los reporteros que les dan sentido. Sus testimonios nos hacen reflexionar sobre la naturaleza y la dimensión ética de su trabajo. Sin desmerecer al resto, es Gervasio Sánchez el que destaca de una forma especial en esta película. Y es que la persona está a la altura de la obra. Las imágenes haciendo los reportajes fotográficos que hemos visto en el CCCB, en el MUSAC o en el Valey (hasta el 1 de septiembre está allí todavía “Vidas minadas, 10 años”) evidencian que su actitud con los protagonistas está a la altura de lo que muestra. Sus palabras desmienten con razón las miradas relativistas de otros. Y es que aunque el mal sea banal o plural siguen teniendo responsabilidad los que no hacen todo lo posible por evitarlo. Quienes recordamos los terribles partes de radio de aquella tarde de julio de 1995 que anticipaban lo que iba suceder en Srebrenica sabemos que los dirigentes autistas que no impidieron aquel genocidio no pueden alegar desconocimiento de lo que estaba pasando. Por eso son imprescindibles reporteros como Gervasio Sánchez, gente honesta en sus palabras, en sus obras y en su resistencia a la omisión.
Los desastres de la guerra. Ese podría ser también el título de un documental que muy oportunamente se abre y se cierra con la mirada de Goya, la que inauguró el género. En medio, imágenes de Bosnia, Afganistán, Irak o el Congo y de los reporteros que les dan sentido. Sus testimonios nos hacen reflexionar sobre la naturaleza y la dimensión ética de su trabajo. Sin desmerecer al resto, es Gervasio Sánchez el que destaca de una forma especial en esta película. Y es que la persona está a la altura de la obra. Las imágenes haciendo los reportajes fotográficos que hemos visto en el CCCB, en el MUSAC o en el Valey (hasta el 1 de septiembre está allí todavía “Vidas minadas, 10 años”) evidencian que su actitud con los protagonistas está a la altura de lo que muestra. Sus palabras desmienten con razón las miradas relativistas de otros. Y es que aunque el mal sea banal o plural siguen teniendo responsabilidad los que no hacen todo lo posible por evitarlo. Quienes recordamos los terribles partes de radio de aquella tarde de julio de 1995 que anticipaban lo que iba suceder en Srebrenica sabemos que los dirigentes autistas que no impidieron aquel genocidio no pueden alegar desconocimiento de lo que estaba pasando. Por eso son imprescindibles reporteros como Gervasio Sánchez, gente honesta en sus palabras, en sus obras y en su resistencia a la omisión.