28 de abril de 2014. Cines Centro, Gijón.
Un actor muy conocido por su papel en una serie de televisión quiere producir El misántropo. E interpretarlo con otro gran actor que vive retirado en la isla de Ré. Allí pasa cinco días ensayando con él para convencerlo de que vuelva al teatro.
El próximo viernes veremos en el Palacio Valdés el estreno de La venus de las pieles, la adaptación teatral de la novela de Leopold von Sacher-Masoch que también vimos en el cine hace dos meses en la magnífica versión de Polanski. Con El misántropo ha pasado lo mismo. En octubre Miguel del Arco estrenaba en Avilés su actualización del clásico de Moliere que motiva esta película. Las dos versiones de la historia comparten una ubicación periférica. La teatral en los aledaños de lo que parece una fiesta. La de este Moliere en bicicleta en una isla del norte de Francia. El intercambio de papeles entre los dos actores que se van turnando como Alcestes y Filinto no está solo en sus ensayos. También en la forma en que modulan sus relaciones y van percibiendo sus propias vidas. El tono general es amable, casi rohmeriano (hay hombres y mujeres con vidas plácidas que dialogan cerca de las playas) pero, como en la película de Polanski, la trama de la historia clásica no aparece solo cuando los actores ensayan. Está también en los demás momentos de una película que va fluyendo con el ritmo suave de un paseo en bicicleta. Hasta el sprint final de esa fiesta en la que la fuerza del misántropo se hace bien patente.