15 de junio de 2015. Teatro Filarmónica, Oviedo. V.O.S.
María viene desde Ucrania hasta Faro para encontrarse con su marido que vive en Lisboa. Pero no consigue salir del aeropuerto. Allí pasa dos días retenida porque la policia entiende que una ucraniana y un senegalés no son como cualquier otro matrimonio en una frontera.
En blanco y negro. La película, los personajes y la ambientación. Escenarios de desangelada blancura en los que unos funcionarios de corazones muy negros impiden el encuentro entre una mujer y un hombre que se aman sin importarles el color. Los planos son frontales, con reiteraciones y cortes en blanco que hacen más opresiva y fría esa tierra de nadie en la que la burocracia se hace fuerte. María de Medeiros casi parece ucraniana interpretando a ese personaje de digna hermosura que planta cara a los cancerberos de una Europa en cuyos límites parece estar prohibida la compasión. Y uno piensa en los infinitos dramas que motivarán esa diáspora que desde África y Oriente Medio intenta huir de la guerra y la miseria para encontrar la muerte en el Mediterráneo. O en Alí Ouattara, ese hombre que pasó varias semanas en una cárcel de Ceuta por querer que Adou, su hijo de ocho años, viviera con su mujer y con él. Pagar para que alguien intentara pasarlo ilegalmente (aunque fuera en una maleta) sería considerado un acto muy noble si el niño y el padre fueran judíos y la frontera fuera la de los Pirineos hace setenta años. Pero la maleta no es heroica cuando el niño y el padre son negros y pobres. Así que solo la presión de la gente más digna y la suerte de que la historia resultara mediática han permitido que Adou pueda estar ahora en Fuerteventura con sus padres. Pero no son solo burócratas lerdos y jueces injustos los que ejercen sin compasión de cancerberos de Europa. Precisamente en Fuerteventura, en el faro de La Entallada, pude presenciar una tarde de julio cómo unos turistas españoles, con una simple llamada de móvil, truncaban la esperanza de diecinueve inmigrantes que llegaban desde África en una patera. Aquellos turistas también eran aduaneros. Aduaneros sin fronteras.