viernes, 1 de junio de 2018

Donkeyote

de Chico Pereira. Alemania, 2017. 86.
1 de junio de 2018. Casa de la Cultura, XVII Certamen Nacional de Cortometrajes de Avilés.

Manolo, Gorrión y también Zafrana. El hombre, su burro y también su perro. Y los paisajes andaluces que los tres recorren desde el norte de Córdoba hasta el sur de Cádiz. Y también ese sueño del hombre de embarcarse y llegar hasta América. Para seguir caminando, con su burro y su perro, hacia el lejano oeste.

La poética del paisaje. La intimidad de los caminantes. La complicidad entre el hombre y sus amigos animales. De eso trata esta joya con reminiscencias de otros cines que sabe encontrar la belleza en el paisaje y el paisanaje de nuestro sur. Y también del sur de nuestra memoria, porque ese Manolo bueno e irónico que recita y canta, y que hablando con su burro sabe que está hablando con el hombre que siempre va con él, me ha hecho recordar esa intimidad campera de mi infancia en la que el mundo era perfecto en compañía de algún anciano y de sus animales. Una ternura metafísica que los niños aprendíamos a captar mientras contemplábamos la bondad humana que sabía convivir con ellos y cuidar de ellos. Los niños urbanos que descubrimos esas cosas en los largos veranos en los pueblos de España  somos dueños de un tesoro que nos acompaña de por vida. Por eso podemos ver la película de Chico Pereira sin ningún distanciamiento. Sintiendo que al lado de Manolo acariciamos y hablamos con Gorrión e ironizamos con Zafrana sobre lo mucho que él se acobarda cuando se acerca al agua. A veces el cine deja la ciudad y nos toca el alma. Puede hacerlo con una historia verdadera, con unos santos inocentes o con un hombre que camina. Para que eso ocurra tiene que haber un personaje que merezca ese nombre y también una mirada. Chico Pereira cuenta con las dos cosas. Tiene a su tío y sabe dónde poner la cámara. Por eso es capaz de contar tanto con casi nada.