de David Zonana. México, 2023. 88’.
16 de enero de 2024. Casa de la Cultura, Avilés.
Tras la magnífica Mano de obra, David Zonana dirige su segunda película en un espacio tan impresionante y singular como el Centro Ceremonial Otomí, convertido aquí en patio de armas y escenario de instrucción militar. Todo en Heroico es impresionante e impecable. Hasta las escenas más brutales que nosotros no vemos y que esos soldados sádicos, con mando en plaza, miran divertidos en las pantallas de sus móviles. Heroico es un extraordinario alegato antimilitarista, una demostración de que en el mundo sobran Fuerzas Armadas y faltan Razones Pacíficas. A la salida comentamos que durante la proyección nos hemos acordado de esa princesa española que, por voluntad de su padre, tendrá que pasar tres años acuartelada para aprender a usar armas y empaparse de la logística bélica. Lo que David Zonana nos muestra en esta extraordinaria película tiene intenciones e instrucciones casi kubrickianas (las intenciones pacifistas de Senderos de Gloria, las instrucciones salvajes de La chaqueta metálica). Y ese colegio militar mexicano tiene más que ver con la academia militar en la que Leonor de Borbón juró la Constitución, antes de hacerlo en el Congreso, que con el colegio galés en el que estudió el bachillerato. Hablando de centros educativos, el asco que produce escuchar esas cornetas, trompetas y desfiles en la inmensa explanada del Centro Otomí me ha recordado la escena aberrante que vivimos hace unos meses en un instituto público. Allí la Banda de Guerra (sí, así se llama la Banda de Guerra del Regimiento Principe III de Siero) llenó de música militar el aire de una mañana de junio en el patio de un centro educativo. Cada vez tengo más claro que nos sobran armas, militares y Netanyahus en el mundo. Y cada vez me siento más orgulloso de haberme declarado, hace ya tantos años, objetor de conciencia. David Zonana me ha hecho pensar en todo esto con Heroico, una joya que demuestra que el cine mayúsculo también puede ayudar a desvelar los perfiles del mal. Por ejemplo, el sadismo institucional que se extiende con tanta facilidad entre los adoradores de banderas.