2 de marzo de 2014. Cines los Prados, Oviedo.
El trabajo de Theodore consiste en escribir cartas sentimentales por encargo. Pero su vida afectiva no va bien. Está a punto de divorciarse y se siente solo. Hasta que conoce a Samantha y se enamora. Ella es la voz de un sistema operativo que satisface necesidades afectivas.
Siento luego existo. Esa podría ser la tesis de esta sugerente película ambientada en un futuro amable. Los límites de la inteligencia artificial o el dualismo cartesiano son algunas de las cosas en las que uno piensa mientras la está viendo. Temas que recuerdan a los planteados por aquel androide de Un amigo para Frank. Pero en Her eso no es lo más importante. La historia de Theodore y Samantha nos propone indagar sobre la soledad, la ergonomía sentimental o la posibilidad de una complicidad duradera. Y lo hace en un escenario utópico en el que un amor platónico hecho a nuestra medida podría susurrarnos cuanto quisiéramos. Como aquella chica perfecta y modelable de Ruby Sparks. La agradable atmósfera levemente futurista, la oportuna interpretación de Joaquin Phoenix o imaginar que Scarlett Johansson podría ser la Samantha virtual de esta historia (que acaba de recibir el Óscar al mejor guión original) hacen que Her sea algo más que una película grata.