16 de agosto de 2016. Cines Van Dyck, Salamanca. V.O.S.
Durante la Revolución Cultural un hombre huye de su cautiverio y trata de volver con su familia. A punto de encontrarse con su mujer es detenido porque su hija lo delata. Cuando pasan varios años y puede volver ya libre, su mujer no lo reconoce. Él se instala frente al hogar y, cuidando de las dos, consigue que su hija supere la culpa por lo que hizo y se reconcilie con su madre. Ella sigue esperando que algún día vuelva aquel marido con el que no pudo encontrarse en la estación. No sabe que es el hombre que la cuida cada día.
El gran Zhang Yimou que hace ya tantos años descubrimos con Sorgo rojo, Jo Dou y La linterna roja es ahora aún más grande con historias intimas pero mayúsculas como Amor bajo el espino blanco o este delicado y bello Regreso a casa que hoy disfrutamos en los Van Dyck de Salamanca en versión original dentro del cuidado programa estival que proyectan en las salas Joven. La historia no puede ser más hermosa. Ni estar mejor contada. La Revolución Cultural es el trasfondo, pero lo que importa es la intrahistoria de esta familia que en un tiempo lejano fue feliz pero quedó destruida por la culpa y el drama de una amnesia provocada por aquella atroz separación. Las escenas de la estación (la de la detención, pero también las de las esperas cada mes), la del intento de anámnesis con el piano o las de las cartas que llegan del pasado para reconfortar el presente (que bella coincidencia entre el amor epistolar de esta historia y el de La correspondencia que vimos aquí hace solo unos días) son momentos más que emotivos de una película que tiene unas interpretaciones magníficas, una fotografiada muy cuidada y una ambientación sencilla y perfecta. Es una película clásica, de las que emocionan sin resortes. Porque la historia es conmovedora y porque Zhang Yimou sabe contarla.