25 de septiembre de 2016. Cines Parqueastur, Corvera.
Cuando está a punto de ser llamado a declarar, Luis Roldán acude a Francisco Paesa para que ponga a salvo su dinero. Y a él mismo, escondiéndole durante meses en París en aquel tiempo en que se convirtió en el prófugo más famoso de España. Aquella extraña entrega que debía ser en Laos terminó con Roldán en la cárcel y con Paesa desaparecido para siempre.
Lo de Roldán da para una película. Todo el mundo lo decía entonces. Y veinte años después ya la tiene. O mejor ya la tienen, porque la estupenda historia de Alberto Rodríguez (el director de El traje, Grupo 7 o La isla mínima) es la de aquel calvo con gabardina, pero también la de ese Francisco Paesa que sabía moverse como nadie entre las alcantarillas y los despachos. Alberto Rodríguez tiene el buen tino de no maltratar a unos personajes sobre los que casi todo el mundo ya tiene un juicio crítico antes de sentarse en la butaca. Por el contrario, nos presenta a un Roldán temeroso y sudoroso con el que casi se puede empatizar y que, visto de cerca, resulta muy verosímil en una situación como esa. Pero, sobre todo, nos acerca a un Francisco Paesa extraordinariamente interpretado por el gran Eduard Fernández (excelente noticia la del premio del festival de San Sebastián por este papel) que está impecable en esa rancia elegancia y en esos ademanes amables que hacen tan comprensible el afecto que su personaje despierta en su amigo piloto (muy bien también José Coronado). La de aquella fuga y detención, supuestamente asiática, fue una historia patética en la que muchos salieron malparados (entre ellos un hombre tan noble y honesto como Antoni Asunción). Hoy es una estupenda muestra del buen cine político que algunos directores saben hacer aquí.