21 de febrero de 2020. Cines Van Dyck, Salamanca. V.O.S.
Un joven israelí llega a París con voluntad de renunciar a su origen y convertirse en un buen francés pero tras la primera noche alguien le deja en cueros. Esa situación le hace conocer a una pareja que le ayudará bastante. Él se empeña en integrarse y entiende que la inmersión lingüística más radical es la mejor estrategia. Pero irá descubriendo que las cosas no son nada fáciles y que La Marsellesa no es una canción amable.
Película extraña en el fondo y en la forma (incluso más que Policía en Israel, la otra película que he visto de Nadav Lapid). Sinónimos es una historia dislocada, sincopada y algo obsesiva en el seguimiento de este tipo que, salvo cuando va desnudo, siempre lleva puesto un abrigo color mostaza. La película tiene más interés para los francófonos, que seguramente captarán mejor las ironías y sutilezas lingüísticas sobre las que parece sugerir interesantes reflexiones. También es destacable esa voluntad de innovación en los movimientos de una cámara que muchas veces comienza mirando al suelo como lo hacen los forasteros. Por lo demás, las ironías sobre Israel y sobre Francia, dos países con ombligos notables, resultan muy interesantes. Y es que el protagonista de esta historia (trasunto del propio director) huye de la prepotencia de Israel para terminar en Francia, otro país sin complejos.