de Ross McElwee. EE.UU., 1996. 103’.
20 de septiembre de 2020. Play-Doc, XVI Festival Internacional de Documentales. Filmin, Tui. V.O.S.
McElwee sigue con su autobiografía filmada en este documental que nada tiene que ver con la truculencia sino con la apertura de la condición humana a lo imprevisto y al azar. Por eso, entre los muchos hilos que se trenzan en esta película que tiene, como todas las suyas, una apariencia muy sencilla pero un notable calado existencial, también está la religión. Y, por supuesto, la centralidad a la vez visible y transparente de la cámara y la posibilidad de especular con ella y sobre ella. En este caso, casi literalmente porque las cámaras de los reporteros televisivos que (re)construyen el realismo de las tragedias cotidianas reflejan y se ven reflejadas como en un espejo en la cámara de McElwee. Como siempre, sus palabras añaden una segunda capa reflexiva a las imágenes. Por lo demás, cada vez parece poner más cuidado en el encuadre y en el montaje, logrando una belleza sobria y sutil que en cada escena y en el conjunto de la obra. Así que en esta nueva joya este director único nos ofrece, además de un periplo americano, un nuevo capítulo en su intento por atrapar el tiempo de una vida en un presente continuo radical.