de Sean Durkin. EE.UU., 2023. 130’.
15 de marzo de 2024. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.
Si esta familia fuera una metáfora de su país, ese padre tejano que comulga con los valores más peligrosos de lo gringo representaría, sin duda, a Trump. Con su empeño en hacer muy grande a su familia acaba destruyéndola. La fraternidad entre los hermanos podría representar el buen comunitarismo estadounidense que queda arrasado por el empeño de ese macho alfa que concibe la vida como lucha testosterónica. Lo teatral de la lucha libre (tan bien retratado en las escenas en el cuadrilátero) confiere a estos héroes de musculatura extrema un aire de marionetas al servicio de ese peligroso padre padrone. El hermano mayor, que interpreta magníficamente Zac Efron, acaba sobreviviendo al drama, pero carga con sentimientos de culpa de los que no se zafará hasta que reniegue del padre. De modo que Sean Durkin no solo ha hecho una estupenda película sobre la fraternidad y, a la vez, sobre el despotismo familiar, sino que, con una ambientación, unas interpretaciones y un guion impecables, sugiere otras lecturas más allá del retrato de una familia americana. La lucha libre siempre me ha parecido patética, pero viendo esta película me doy cuenta de que algunos entienden así la política. Un líder reaccionario de Estados Unidos y una lideresa reaccionaria de aquí consideran que la política no tiene reglas. En ella todo vale, incluidos el insulto y la mentira. Es lucha libre en la que todo está permitido con tal de conseguir adhesiones a su visceralidad. La libertad lo es todo para ellos. Ya sea la de portar armas, la del fanatismo neoliberal o la de tomar unas cañas. Ojalá que historias como esta, basada en hechos trágicamente reales, pudiera servir de lección.