22 de febrero 2013. Cines Van Dyck, Salamanca.
Dean y Cindy viven malos momentos. Tras seis años de convivencia ya solo parece unirles su hija Frankie. Nada que ver con los tiempos en que empezaron a amarse.
Ha tardado en estrenarse en España Blue Valentine. Tanto que casi va a coincidir en nuestras carteleras con The place beyond the pines, la última de su director. Pero mejor tarde que nunca, porque es una película imprescindible. Y no solo por las magníficas interpretaciones de Michelle Williams y de Ryan Gosling (el actorazo del gesto contenido en Drive), sino por el equilibrio con que Cianfrance consigue enfrentar a esos dos personajes que tanto cambian en los seis años que van del fascinante enamoramiento al insoportable desamor. Porque de eso trata esta historia, de la intensidad inexplicable de los sentimientos que hacen que las personas quieran atar sus vidas o sientan la opresión de esos nudos. El enamoramiento es casi un género en el cine. El desamor también, pero generalmente muy próximo al drama, a veces incluso a la violencia. Pero aquí ambos estados se intercalan con tanta simetría como comprensión. No hay culpables, no hay hipótesis explicativas. La pantalla es solo un espejo de sentimientos humanos. Y un espejo doble que en escenas memorables contagia la fascinación (el primer encuentro, la canción de Dean que Cindy baila, la conversación que no oímos a la salida de la clínica…) o la desolación (la noche en esa opresiva habitación de hotel llamada futuro, la discusión en el hospital, la conversación en la casa del padre de Cindy...) “Se torció el camino, se dio vuelta el viento, les pudo el fracaso y el resentimiento y hoy son dos ejércitos en retirada”, así describía Serrat el desamor. Cianfrance lo muestra con sensibilidad y equilibrio en esta historia en la que se trenzan los tiempos del amor.