15 de febrero de 2013. Cines
Ocimax, Gijón.
Un año crucial en la vida de Charlie, el primero que pasa en el instituto. Patrick, un fascinante homosexual del último curso, y su hermanastra Sam, que comparte con Charlie su condición de víctima de pederastas, le acogen en su grupo y le hacen sentir que entre la infancia y la universidad la vida puede tener una intensidad infinita.
La
película habla de ese tiempo en el que grabando unas canciones en una cassette
se podía definir y compartir la propia identidad. Los ochenta y los noventa no tienen todavía la mística de los tiempos de los rebeldes sin
causa o de los guardianes entre el centeno. Pero esta película muestra que hay
algo de intemporal en ese tiempo biográfico en que el presente parece perfecto.
Habría sido interesante saber qué sintieron al verla el grupo de quinceañeros
que, con nosotros, eran los únicos espectadores. Estuvieron en silencio a media
tarde de un viernes en una sala de cine. ¿Serían otros seres marginales en
busca de intensidades infinitas?