10 de Marzo de 2013. Centro Niemeyer, Avilés.
En el 412 de la calle Azcuénaga del barrio de Once, en Buenos Aires, está Kreal, una sedería que vende telas para hacer vestidos de novias, madrinas y quinceañeras. Allí trabajan Antonio, Pablo, Levy, Alberto, Ricardo y Andrés, unos vendedores maduros a los que vemos tratar con las clientes y que nos cuentan, mirando a la cámara delante de sus telas, cómo ven su oficio y sus relaciones.
Diego y Pablo Levy son dos artesanos del cine que hace unas semanas nos demostraron en el Niemeyer su buen hacer con Masterplan, una ficción en la que los diálogos intrascendentes y los encuadres sugerentes hacían tan importantes las cuitas de Mariano Cohen. En este documental anterior, no menos artesanal, sitúan su oportuna mirada y su cámara atenta en la tienda del Negro Levy (por tanto, casi seguro que en su propio entorno familiar) y nos muestran un universo humano fascinante que quintaesencia tantos negocios porteños en los que los profesionales que atienden al público son siempre varones de la edad tardía. Ver vender a quien sabe hacerlo y ver comprar a quien se deja seducir es siempre un placer. Pero si con lo que se comercia es con telas de colores, con diferentes tactos y caídas, la mirada de los Levy es un regalo que, además, nos permite espiar la tienda y la trastienda de esas vidas sencillas y nobles. El infeliz indigente que acababa marcándose un baile al final de Masterplan es aquí Andrés, el empleado que no vende pero que demuestra que en universos humanos como el de esa sedería todos son importantes. Ojalá que en el Niemeyer sigamos viendo tan buen cine argentino. La vida auténtica porteña de esa tienda de Once me hace recordar TV Utopía, otro documental en el que Sebastián Deus rememoraba un tiempo de la vida en Caballito, otro barrio de Buenos Aires, y que pudimos disfrutar en julio del año pasado en el Centro Cultural de la Cooperación, en la Avenida Corrientes. Así que estamos encantados de poder ver, al lado de casa, el buen hacer de cineastas argentinos con miradas tan originales como la de los Levy.
Diego y Pablo Levy son dos artesanos del cine que hace unas semanas nos demostraron en el Niemeyer su buen hacer con Masterplan, una ficción en la que los diálogos intrascendentes y los encuadres sugerentes hacían tan importantes las cuitas de Mariano Cohen. En este documental anterior, no menos artesanal, sitúan su oportuna mirada y su cámara atenta en la tienda del Negro Levy (por tanto, casi seguro que en su propio entorno familiar) y nos muestran un universo humano fascinante que quintaesencia tantos negocios porteños en los que los profesionales que atienden al público son siempre varones de la edad tardía. Ver vender a quien sabe hacerlo y ver comprar a quien se deja seducir es siempre un placer. Pero si con lo que se comercia es con telas de colores, con diferentes tactos y caídas, la mirada de los Levy es un regalo que, además, nos permite espiar la tienda y la trastienda de esas vidas sencillas y nobles. El infeliz indigente que acababa marcándose un baile al final de Masterplan es aquí Andrés, el empleado que no vende pero que demuestra que en universos humanos como el de esa sedería todos son importantes. Ojalá que en el Niemeyer sigamos viendo tan buen cine argentino. La vida auténtica porteña de esa tienda de Once me hace recordar TV Utopía, otro documental en el que Sebastián Deus rememoraba un tiempo de la vida en Caballito, otro barrio de Buenos Aires, y que pudimos disfrutar en julio del año pasado en el Centro Cultural de la Cooperación, en la Avenida Corrientes. Así que estamos encantados de poder ver, al lado de casa, el buen hacer de cineastas argentinos con miradas tan originales como la de los Levy.