28 de mayo de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
Tardes de verano en un lago al que solo se acercan hombres. Aparcan sus coches bajo los pinos, toman el sol desnudos en la orilla, se refrescan en el agua y se buscan en el bosque. Hay un desconocido que no hace nada de eso. Un hombre orondo que se sienta lejos. Con él solo habla un joven que se está enamorando de un nadador inquietante.
La placidez con que pasa el tiempo en esas tardes junto al lago, las rutinas en esos cuatro espacios y algunas conversaciones entre el joven y el desconocido es lo que más me ha gustado de esta película. También me ha resultado grato el parsimonioso naturalismo etológico con que se muestra ese ecosistema humano. Pero, tras la escena del ahogamiento, la historia deriva hacia un thriller que subraya una visión hipersexualizada y descomprometida de la homosexualidad masculina. Tópicos opuestos al de la pasión hipersentimental con que La vida de Adèle quería mostrar la femenina. La británica Weekend de Andrew Haigh les sigue dando mil vueltas a estas dos sobrevaloradas películas francesas sobre el mundo homosexual.