27 de diciembre de 2014. Parqueprincipado, Lugones.
El pueblo de Israel vive esclavizado en Egipto. Moisés lo libera y lo conduce hasta la tierra prometida. Vemos la zarza ardiente, las diez plagas, el sacrificio del cordero, la muerte de los primogénitos, la salida de Egipto, el mar abriéndose para el pueblo elegido, la entrega de las tablas de la ley en el monte Sinaí... Y también vemos a Dios.
En estos días en que todo recuerda el inicio del Nuevo Testamento contemplamos en el cine un gran relato del Antiguo. La historia del Éxodo es apabullante. Una inmensa superproducción que tiene como protagonistas a un lider carismático, un pueblo elegido y un dios salvaje. En la pantalla vemos un Egipto de estreno. Brillante como los chorros del oro. Asistimos a la batalla contra los hititas. Contemplamos cenitalmente el Nilo, los templos y las pirámides. También a los miles de israelitas que sufren la opresión faraónica y a los miles de egipcios que sufren la venganza del terrible dios de los judios. Ridley Scott nos lo presenta tan despiadado y vengativo que hasta Moisés cree que se pasa. Un dios para avergonzarse, pero magnífico para el cine. Exodus es un estupendo entretenimiento con imágenes increíbles. Pero también un aleccionador regreso a un relato fundacional que todavía se utiliza para justificar la barbarie.