30 de mayo de 2015. Cines Centro, Gijón. V.O.S.
Treinta y tantas escenas extrañas. Algunas repiten personajes. Tambien frases anodinas. Como las de esos tipos orondos que venden artículos de risa. Hay referencias al absurdo cotidiano, a la muerte, a la historia europea, al tiempo, a la filosofía... Treinta y tantas escenas hipnóticas que dan para mucha hermenéutica.
Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es a Amanece que no es poco lo que la península escandinava es a la ibérica. Igual que José Luis Cuerda, Roy Andersson tiene otras películas (de hecho, con esta cierra una trilogía), pero intuyo que Una paloma... será la inolvidable. Cada viñeta de esta sorprendente película está hecha con colores fríos verdeazulados y planos fijos de elegantísimas composiciones interiores (hasta cuando no lo son). Siempre comienzan con unos personajes parados que parecen proceder de cuadros que deberíamos conocer (igual que comienzan las cálidas escenas de la cautivadora Shirley: Visiones de una realidad de Gustav Deutsch sobre la pintura de Hopper). Luego los personajes se mueven y hablan. Y uno se queda tan perplejo como cuando brotan cabezas en un huerto español, pero asumiendo que la hilaridad (si la hay) es bien nórdica. Como pasa con Gente en sitios de Juan Cavestany, comprendo que a muchos estas historias semiarticuladas les echen pronto del cine. Yo me quedo con ganas de saber más de la obra de Roy Andersson.