24 de octubre de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.
Tras presenciar la muerte de su madre, de su hermano y de su abuela, Reinaldo entra en un reformatorio. Allí se convierte en el adolescente áspero que se siente el rey de La Habana entre Magda y Yunisleidy, los dos amores paralelos con los que malvive en el lumpen habanero del periodo especial.
El Reinaldo de Agustí Villaronga viene a ser el negativo del Chala de Ernesto Daranas. Este pretendido rey de la Habana se curte en un reformatorio como el que la maestra de Conducta quiere evitar para su niño. Las dos películas retratan la dureza de las vidas de los llamados palestinos en las calles de La Habana, esos nadies a los que ninguna revolución parece capaz de salvar. Pero mientras Conducta es una película luminosa que deja espacio para la esperanza, El rey de La Habana se recrea en esa oscuridad amoral que Villaronga también mostró, en otro tiempo y otro lugar, en Pa negre. En todo caso, asumida la crudeza de lo que se nos cuenta y tras un inicio sorprendente, la historia no tiene el relieve que se espera y apenas evoluciona hasta ese final desolador cuyo último plano casi parece de Buñuel.