10 de enero de 2016. Centro Niemeyer, Avilés.
Lucía y Marcelo viven en Buenos Aires en una casa alquilada. Hoy van a firmar la escritura de la que comprarán juntos. Pero a última hora el propietario no puede asistir y tendrán que volver mañana. Con la desazón de ese contratiempo vuelven a casa llevando el dinero. Será una jornada muy tensa en la que descubrirán lo mucho que les separa.
Tiempo de carencia. Tras firmar la escritura, algunas hipotecas trampa empezaban así, sin amortizar capital y pagando solo intereses. A esta pareja porteña el azar le concede un día de carencia sentimental antes de que el notario los una para siempre. Y durante esas horas comprobarán que su amor está amortizado y que seguir viviendo juntos quizá ya no tenga interés. La cámara está donde debe, siempre muy cerca. Metiéndonos en la intimidad asfixiante de una relación casi tóxica que Juan Schnitman retrata con un equilibrio impresionante. Porque consigue que entendamos a los dos. Que nos sea muy fácil comprender lo que le pasa a Lucía y también a Marcelo. Esta relación que agoniza en El incendio me ha recordado a la de 10.000 km. Las dos son muy buenas películas que retratan con intensidad y realismo la intimidad del desamor. La de Juan Schnitman manejando las distancias muy cortas y un plazo que se comprime para esta pareja argentina. La de Carlos Marques-Marcet poniendo a prueba la resistencia de aquella pareja española a la que el trabajo distanciaba. Si el comienzo y el final de 10.000 km. resultaban inolvidables, en El incendio son memorables escenas como la de la escalera ante la que los dos sienten el vértigo de la ruptura, la de la relación sexual en el garaje, tan violenta y equilibrada, o ese recorrido final por la nueva casa cuya vacío se hace tan opresivo. Así que recién comenzada la programación de este año del Centro Niemeyer hemos podido disfrutar con otra magnífica película argentina. Un país del que el cine que nos llega pocas veces me defrauda.