30 de enero de 2016. Cines Parqueastur, Corvera.
Spotlight de Thomas McCarthy y El club de Pablo Larraín. Dos magníficas películas sobre las causas y los efectos de un mal que el precepto del celibato y el secretismo de la Iglesia han hecho impune durante demasiado tiempo. La de Thomas McCarthy es, además, una esplendida reivindicación del periodismo de investigación y de la honestidad en cualquier trabajo. En sus dos horas (que pasan en un instante) se pone de manifiesto otra vez que es la banalidad del mal lo que lo hace más temible. Dejar pasar, no querer ver, aceptar lo que nadie objeta... Son las actitudes con las que gente ordinaria acaba siendo corresponsable de males extraordinarios. Las que no aceptó el director de aquel periódico, un hombre que venía de otra ciudad y no veía las cosas como los de allí de toda la vida. Y las que tampoco aceptaron unos periodistas valientes que se sentían responsables ante sus lectores y no ante la Iglesia. Justo lo contrario que ese periódico asturiano en el que en julio pasado quise publicar un artículo sobre el contencioso de la asignatura de religión (está en mi blog de educación). Una de las lecciones de Spotlight (de aquellos héroes y de esta película) es que no debemos dar por sentado que las cosas son como algunos quieren que parezcan. Con esa actitud quizá podamos contribuir a que algunos errores no se repitan. Como el de la última decisión del Rey, sobre la que esta semana he escrito en el otro blog algo que nadie dice.