6 de marzo de 2016. Cines Ideal, Madrid. V.O.S.
Michael Stone llega a Cincinnati para dar una conferencia al día siguiente. Es un famoso experto en sistemas personalizados de atención al cliente al que no le interesa la gente porque todas las voces le parecen iguales. Pero en su hotel oye una distinta. Es la de Lisa, una mujer sencilla que ha ido a la ciudad para escucharle. Esa noche tiene con ella una relación amorosa de una anómala perfección. Por eso la llama Anomalisa.
He pasado el fin de semana en Madrid trabajando con profesores de matemáticas en la OEI. Antes de ir al aeropuerto he podido acercarme a los cines Ideal para ver esta cautivadora película. El cine de animación no me atrae especialmente pero había leído maravillas de una historia que, efectivamente, no me defrauda. Ese hombre solitario y al borde de la depresión que llega a un hotel en la noche me ha recordardo al protagonista de la también extraordinaria Bird People, de Pascale Ferran, que vimos en el Niemeyer en noviembre. Los dos personajes deciden romper con todo y cambiar radicalmente de vida. Aquel con una camarera que se convierte mágicamente en gorrión en un hotel de París. Este con la única mujer que tiene una voz distinta. Hay algo de cuento existencial en esta Anomalisa que nos puede estar hablando de humanos que se sueñan androides o de androides que se sueñan humanos. Pero lo que me ha parecido extraordinario es el perfecto naturalismo con que Kaufman retrata la soledad de ese individuo triste que se sabe a la deriva. Y también su intimidad y la de esa pareja de amantes que quizá podrían serlo para siempre. Con un cierre tan sugerente como el de su escena final, Anomalisa resulta una magnífica anomalía cinematográfica en la que unos avatares poéticos dan bastante que pensar sobre la condición humana.