20 de marzo de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Alice tiene que dejar a su novio para trabajar varias semanas en la sala de máquinas de un barco mercante. Allí sustituye a un hombre que ha muerto y del que va leyendo su diario. El capitán del barco fue su primer gran amor y durante esas semanas volverá a tener relaciones con él. Al regresar su novio descubre esa infidelidad y el segundo viaje será más difícil para ella.
"Lo que pasa en el mar se queda en el mar". Se lo dice Alice a su capitán entendiendo que el verdadero amor es el de tierra firme. Que el barco (y la película) se llame Fidelio, que su nombre anterior fuera Eclipse y que su destino final sea el desguace es toda una declaración sobre las intenciones de Lucie Borleteau al presentarnos el periplo amoroso de esta joven. Una travesía sentimental que, sin llegar a ser una odisea, tiene en la metáfora del barco y de los puertos una buena forma de hablar de algunas derivas del amor. La intensidad con que es capaz de vivirlo y creer controlarlo la protagonista de esta historia tiene un contrapunto perfecto en ese personaje omitido que es el marino al que Alice sustituye en el barco y quizá también fuera de él.