12 de octubre de 2017. Cines Van Dyck, Salamanca.
Orlando es un hombre maduro que dirige un negocio textil y Marina una joven camarera que canta. Los dos son felices juntos. Tras celebrar el cumpleaños de ella, vuelven a casa y esa noche él se siente mal. Marina consigue llevarlo al hospital pero los médicos no pueden hacer nada. El duelo de Marina no será normal. Estará perturbado por la familia de Orlando. Ellos no soportan que su pareja fuera transexual.
Sebastián Lelio ya nos sorprendió con aquella maravilla titulada Gloria en la que una actriz magnífica (Paulina García) nos mostraba que un amor perfecto en la edad tardía era imposible si el otro amante no superaba la infecta presión familiar. Aquí es la muerte la que trunca el futuro de estos amantes que pensaban ir juntos a Iguazú. Con la admirable y fascinante contención que Daniela Vega da a su personaje, Marina hace frente a la catarata de odio e incomprensión que su condición despierta en los demás. Películas chilenas tan magníficas como las de Sebastián Lelio (o como Joven y alocada de Marialy Rivas o Rara de Pepa San Martín) parecen coincidir en un diagnóstico bastante crítico sobre la intolerancia chilena hacia la libertad sexual. Si son representativas de lo que sucede en ese país que tanto me gusta (entre otras cosas por la manera tan bella con que allí entonan nuestra lengua) me temo que los chilenos tienen problemas importantes que resolver. Pero volvamos a esta fantástica mujer que sin duda lo es. De hecho, uno comprende perfectamente que Orlando quisiera irse con ella a Iguazú o a cualquier otro lugar. Nosotros nos quedamos con el hermoso y contenido duelo de esta Marina deliciosa que Daniela Vega y Sebastián Lelio han hecho inolvidable.