14 de marzo de 2018. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
Una joven alemana va a Japón con la intención de alegrarle la vida a la gente de Fukushima haciendo de payasa. Una vez allí se da cuenta de lo absurdo de su pretensión solidaria y piensa en volver. Pero una mujer le pide que la lleve en coche hasta las ruinas de la que fue su casa. Quiere volver y retomar la vida que allí tenía cuando era geisha. La joven alemana se queda un tiempo con ella y aprende mucho. De ella y de sus fantasmas.
Un blanco y negro más que pertinente para esta historia en la que Doris Dörrie adopta las maneras de un elegante cine clásico. La alemana solidaria no me gusta nada al principio pero, igual que le pasa a ella con Japón, poco a poco me voy reconciliando con su historia al lado de esa mujer madura de parsimonia deliciosa. Los fantasmas nocturnos me parecen muy bien traídos en este paisaje desolado tras aquel desastre. Y me encanta esa figura con cabezón de gato que me trae recuerdos de aquel disfraz de simio que aparecía en Hombres, hombres, la película con la que conocimos el cine de Doris Dörrie. Fue en la calle Martín de los Heros, allá por el ochenta y seis...