9 de mayo de 2018. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
Unas furgonetas empiezan a sacar máquinas de una fábrica portuguesa en la noche. Los trabajadores lo impiden y se hacen fuertes para evitar su cierre y liquidación. Entre tensiones por el presente y conversaciones sobre el futuro van pasando los días en esa fábrica que ya no produce nada.
La antítesis de Ned Ludd doscientos años después en una fábrica portuguesa. Ahora el enemigo no son las máquinas sino quienes quieren llevárselas. Es el retrato local de una crisis global que podría tener en la resistencia de estos trabajadores portugueses un referente para la izquierda europea. Así lo ve el activista argentino que les anima a construir un proyecto autogestionado. Una utopía que llegó a ser real en el mismo espacio en el que se filmó esta película y que convirtió una fábrica de OTIS en una cooperativa que funcionó entre 1975 y 2016. A fábrica de nada es interesante pero también bastante larga. Sus casi tres horas transmiten algo del tedio vivido por esos trabajadores en sus largas jornadas vacías. Aunque también hay conversaciones trufadas de marxismo que me han recordado aquellas tan interesantes que Pere Portabella filmó en El sopar.