13 de agosto de 2018. Cines Van Dyck, Salamanca.
La mujer encuentra una noche al marido viendo un video sexual que grabó con una antigua novia antes de conocerla. Ella le echa de casa y le prohíbe que vea a su pequeña hija. Esos no serán los únicos problemas para él. Sus padres se llevan muy mal con los vecinos de su vivienda adosada. Primero por la sombra de un árbol, luego por la desaparición de una gata y finalmente por lo que le pasa a un perro. Así que las cosas terminarán muy mal. Sobre todo para él y para los otros dos hombres de este conflicto mayormente femenino.
Hafsteinn Gunnar Sigurðsson parece empeñado en refutar las tesis de John Carlin. En sus Crónicas de Islandia el genial periodista que se declara enamorado de aquel país sostiene que los islandeses son un modelo de promiscuidad tolerante, de buena vecindad y de convivencia perfecta en esas modélicas familias desestructuradas que parecen ser tan frecuentes allí. Buenos vecinos es casi el negativo de todo eso. Con un tono áspero en el que hay ironías pero también conflictos tremendos, que por momentos recuerdan al de la magnífica Custodia compartida de Xavier Legrand (aunque aquí las culpas son muy diferentes), Buenos vecinos es una prueba más de que un país tan pequeño como Islandia es casi garantía de buen cine. Así que algo de razón tiene que tener John Carlin para que allí se hagan películas tan interesantes. Aunque esta no sea nada complaciente con la convivencia vecinal en Reikiavik.