30 de mayo de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Un hombre declara en una comisaría como testigo de la muerte de una mujer. El policía que lo interroga no es muy diligente y la cosa se prolonga. Tanto que el hombre presencia (y oculta) la muerte de otro policía bastante pánfilo. Mientras recuerda los hechos, los personajes del presente aparecen en sus evocaciones del pasado y le preguntan por lo que va a pasar con ellos. La perplejidad del interrogado aumentará cuando acabe por no saber si está en una comisaría o en el escenario de un teatro. Ni si lo que le sucede es real o simplemente una ficción.
El hábil cruce entre realidad y ficción y las intersecciones entre el presente y el pasado son los aspectos que más me gustan de una película un tanto surrealista que al principio me parece que solo contendrá resortes para provocar la risa en quienes la tienen fácil. Pero no. Los intérpretes están muy bien y la historia, inicialmente bastante estúpida, se va haciendo más interesante con esos extravíos entre el presente y los recuerdos y con esas dudas que acabamos compartiendo con el protagonista sobre si lo que hemos visto es realmente una ficción.