3 de febrero de 2014. Teatro Filarmónica, Oviedo.
Un verano especial para Jorgelina. El de la curiosidad por los cambios que ya vive su hermana. Pero entre la infancia y la adolescencia intuye que hay un abismo que se resume en una frase: "respeta mi intimidad". Por eso se va a pasar unos días a la hacienda que tiene su padre en el campo y en la que Mario, el hijo de los empleados, también está viviendo cambios. Pero los suyos son más extraños. Y no parecen saber nada de ellos los adultos que les rodean.
El último verano de la boyita se integra en un pequeño ciclo de cine (Realizadoras conscientes) que organiza este mes Feminismo y más, un colectivo ovetense próximo a Izquierda Unida. El tema de la película es cercano al de (la malísima) Tomboy y al de (la estupenda) XXY. Julia Solomonoff lo trata magníficamente en lo que parece una evocación de vivencias estivales en ese tiempo crucial en que la infancia intuye la transformación que se le avecina. Los retratos contenidos y sencillos de la vida familiar en ese entorno rural me han recordado a las maneras de la más reciente El verano de los peces voladores, de la chilena Marcela Said, que se presentó en noviembre en el festival de Gijón. En las dos películas es una hija la que desvela realidades que los adultos obvian o silencian. La de Solomonoff apunta hacia dramas personales. La de Said hacia conflictos históricos. Pero las dos comparten un tono contenido, una forma de narrar atenta a los detalles y una capacidad notable para construir historias poderosas a partir de fragmentos mínimos de la vida cotidiana. Buen cine sobre familias y lugares desde interesantes miradas en femenino singular.