15 de agosto de 2014. Cines Van Dyck, Salamanca.
Hazel tiene diecisiete años. Y un cáncer en los pulmones contra el que lucha desde niña. En el grupo de terapia al que su madre la obliga a ir conoce a Gus, un chico de dieciocho años al que le falta una pierna. La perdió por otro cáncer del que aparentemente se ha recuperado. La sintonía entre los dos es también literaria. Así que hacen un viaje a Amsterdam para conocer al autor de la novela que les fascina. El escritor les defrauda pero allí descubren que la felicidad puede ser infinita aunque los días estén contados.
La enfermedad siempre ha tenido mucho atractivo para los romanticismos juveniles. Y cuando es terminal aún subraya más la intensidad de un amor que se sabe efímero. La historia es transparente (como las lágrimas que incluye y quiere provocar). Los personajes son (todos) buena gente. Y aunque la película parece cultivar cierto narcisismo adolescente (a los dos lados de la pantalla), el espectador adulto piensa la buena pareja americana que podrían llegar a ser estos chicos si sus enfermedades no fueran incurables.