28 de febrero de 2017. Cines Galicine Ponte Vella, Orense.
Troy trabaja en la recogida de basura en la ciudad de Pittsburgh. Es un padre de familia con carácter que tuvo una infancia difícil y que, a pesar de sus cualidades, no consiguió hacer carrera como deportista.
Tras protagonizarla en el teatro, Denzel Washington lleva al cine esta obra que August Wilson escribió hace treinta años sobre la vida de una familia negra en los años cincuenta. Fences es un retrato íntimo de las tensiones de esta familia a la que vemos casi siempre en la casa y en ese patio que el padre intenta cerrar con una cerca. Y es precisamente la ambivalencia de esa cerca doméstica la que mejor refleja el drama de un padre histrión que puede ser a la vez referente protector para los suyos o barrera infranqueable que condiciona y limita sus vidas. Para algunos críticos la película es demasiado teatral. Como si eso fuera un defecto. De hecho, pienso que esta historia con aire de drama americano clásico quizá me habría gustado menos en el teatro (en los últimos meses he quedado un poco harto de los clásicos americanos de esa época). Y es que Denzel Washington, además de tener aquí una interpretación portentosa (como la de Viola Davis, que ha recibido un Oscar por la suya), consigue dirigir con sencillez y cercanía una historia llena de diálogos poderosos (el primero en el patio ya marca el magnífico tono que tendrá la película) entre personajes complejos encarnados por actores cuyo excelente entendimiento seguramente se explica por el precedente teatral. Me gusta el cine y me gusta el teatro. Y, cuando el resultado es tan bueno como en Fences, me gustan los prestamos entre ellos.