3 de febrero de 2017. Centro Cultural Paraguayo Americano, Asunción.
Salimos de Asunción y emprendemos un viaje en el que encontramos estaciones abandonadas, catenarias desvencijadas y raíles sepultados por la hierba. Y también testimonios precisos de personas que mantienen viva la memoria de lo que significó el ferrocarril en sus vidas y en sus pueblos. Relatos unas veces dramáticos, otras divertidos y siempre llenos de añoranza.
Una de las primeros lugares que visité en Asunción la primera vez que vine a Paraguay fue su hermosa estación, hoy convertida en un museo tan céntrico como melancólico. Así que esta intensa semana de gratísimo trabajo con los profesores paraguayos no podía tener mejor despedida que esta película. Venir a verla en la última jornada del ciclo del CCPA (y de mi estancia aquí) me resultaba imprescindible. Por muy paraguaya y por muy representativa de esa pérdida que para tantos países de la región ha supuesto la desaparición del ferrocarril (también en el mío: las vías y estaciones de la Ruta de la Plata son un nítido recuerdo infantil para mi y una melancólica presencia en sus ruinas actuales). Pero las buenas expectativas que tenía sobre la película se vieron desbordadas desde el comienzo con los elegantísimos primeros planos que acompañan a los títulos de crédito. Una fotografía bellísima en su calidez casi sepia. Unos encuadres soberbios. Los relatos fascinantes de unas gentes que recuerdan muy bien lo que significaba para ellos el tren y lo que supuso su pérdida. Y, sobre todo, esas imágenes en movimiento perfecto acompañadas de un sonido extraordinario que nos hacen sentir la presencia fantasmal de aquel ferrocarril antiguo y poderoso. Todo eso hace de Tren Paraguay una joya cinematográfica que no olvidaré y que merecería ser vista en muchas pantallas. Así que no he podido cerrar de mejor manera esta semana de trabajo intenso y muy grato en Asunción, esta ciudad a la que cada vez me gusta más volver. La próxima vez creo que será en agosto.