16 de abril de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.
En los años noventa Deborah Lipstadt criticó en un libro a los negacionistas del Holocausto. David Irving era uno de ellos y la demandó ante los tribunales londinenses. Los abogados de Lipstadt decidieron que ni ella ni los supervivientes declararían en un juicio que se acabó convirtiendo en una confrontación académica, mediática y ética.
Dos episodios cruciales en la historia universal de la infamia. El de los hechos para los que Lipstadt reclamaba respeto y el del litigio judicial emprendido por Irving en favor del negacionismo. El límite de la respetabilidad de las opiniones, el alcance de la flexibilidad interpretativa en la ciencia histórica o la relevancia ética de que la mentira sea o no intencionada son algunos de los aspectos sobre los que nos invita a reflexionar esta apasionante película. Tras el juicio de Matar a un ruiseñor que hemos visto esta tarde, el de Negación no se queda atrás en interés y emoción. Y es que si Gregory Peck estaba soberbio hace cincuenta y cinco años en aquella película, las interpretaciones de Rachel Weisz y Tom Wilkinson son asimismo magníficas en el bando de los buenos de esta historia también verdadera. Pero, como siempre, merece punto y aparte el trabajo de un Timothy Spall que hace aquí de un malo tan cínico como mediático (primo hermano de los de la posverdad de ahora). Y es que da gusto ver a este actorazo capaz de expresar una bondad conmovedora en las películas de Mike Leigh, que ha creado los ademanes y los ruidos con que siempre asociaremos a Turner y que consigue hacerse repulsivo en el papel de este pretendido historiador que logró ser tan hábil ante los medios como canalla ante los hechos.