8 de abril de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.
Un refugiado sirio llega a Helsinki en un carguero de carbón. Allí pide asilo pero no lo consigue. Cuando está a punto de ser deportado a Turquía decide huir del centro de acogida y buscarse la vida en la ciudad. Las cosas mejorarán cuando se encuentre con un hombre maduro que ha decidido dejar de vivir con su mujer y cambiar de vida comprando un restaurante.
La ironía y la bondad que Aki Kaurismäki derrochó en la luminosa Le Havre siguen presentes en esta película que, con tintes más oscuros, sigue manteniendo una mirada solidaria hacia el extranjero, en este caso hacia un refugiado que tiene muy difícil serlo. El otro lado de la esperanza tiene tanta verdad y compromiso en su postura ética, como originalidad y voluntad de estilo en su desarrollo. Los ademanes hieráticos de sus personajes componen estampas que por momentos me recuerdan a las escenas de Edward Hooper. Unas maneras que hacen que también encuentre cierta vecindad entre este restaurante surrealista de Helsinki y el que Kaurismäki retrató en Guimarães en su interesante contribución a Centro Histórico. El otro lado de la esperanza debería ser de visionado y comentario obligatorio para esos gobernantes que han conseguido que los ciudadanos de bien solo podamos sentir vergüenza por la reacción de Europa ante una catástrofe como la de Siria. Gracias Aki. Por hacer tan buen cine y por reivindicar la solidaridad.