domingo, 21 de noviembre de 2021

Mass

de Fran Kranz. EE.UU, 2021. 110’.
21 de noviembre de 2021. Teatro Jovellanos. 59º Festival de Cine de Gijón (sección: esbilla). V.O.S.

Dos matrimonios maduros se reúnen en una sala de una iglesia. El encuentro es difícil pero está modesta y cuidadosamente organizado. Ellos son Richard y Linda, los padres del chico que atentó hace unos años en un instituto y mató a diez compañeros. Entre ellos al hijo de Jay y de Gail.

La película transcurre en el tiempo real de un encuentro que dura casi dos horas. Aunque no hay propiamente prólogo ni epílogo, la forma en que se enmarca esta reunión, con esa torpeza bondadosa de quienes no suelen organizar estas cosas, hace que se demore muy acertadamente el comienzo de un diálogo que parece imposible sin aceptar que el horror y el sufrimiento no tienen propietarios. Mass es cine extraordinario pero también podría ser teatro superlativo como también era, con menos dramatismo, A un Dios salvaje de Yasmina Reza/Roman Polanski. La tensión fluye, controlada o a borbotones, con el ritmo justo para que no perdamos ni un instante la atención a todo lo que estos padres huérfanos (falta una palabra para nombrar ese drama) van diciendo y a los diálogos sin palabras que forman sus expresiones. Reed Birney, Ann Dowd, Jason Isaacs y Martha Plimpton merecerían cuatro Oscar por esto. Pero también lo merece Franz Kranz por mostrarnos con tanta fuerza la importancia de encuentros como los que, a propósito de ETA, nos han presentado Maixabel en el cine y La mirada del otro en el teatro. Desde el plano inicial de la iglesia a la que llega un coche hasta la imagen final en la que, más allá de la alambrada que el padre miraba por el retrovisor al comienzo, se encienden unas luces que niegan la oscuridad a la noche, Mass es una joya trágica y catártica, un recital interpretativo y una lección de cine tan grande como el mejor teatro. Quizá por eso tras el fundido a negro el silencio del público del teatro Jovellanos siguió siendo absoluto y conmovedor porque nadie se atrevía a romperlo con los aplausos.