de Stanley Kubrick. Reino Unido, 1964. 93’.
9 de mayo de 2024. Teatro Filarmónica, Oviedo. V.O.S.
El totalitarismo quedó magistralmente retratado (y burlado) por Charles Chaplin en El Gran Dictador. Veintipocos años después Stanley Kubrick hizo lo propio (también en blanco y negro) con el belicismo nuclear. Entonces estaba reciente la muerte del Secretario General de la ONU en África (que no fue un accidente, según supimos hace poco viendo Hammarskjöld. Lucha por la paz) y no tan lejanas las consecuencias del proyecto Manhattan que retrató magistralmente Christopher Nolan en Oppenheimer. Con la ayuda de Peter Sellers, magnífico en sus tres personajes, Kubrick se anima a trufar de fina ironía su relato tentativo sobre las consecuencias de esos órdagos belicistas que, tras Hiroshima y Nagasaki, demostraron que no se había aprendido más lección que la estúpida idea de para impedir la guerra no hay nada mejor que prepararla (y en eso seguimos...). Así que, entre bromas y veras, Kubrick nos ofrece su segundo alegato antibelicista (después de Senderos de Gloria y antes de La chaqueta metálica) que se ve con mucho interés en la gran pantalla del Teatro Filarmónica casi sesenta años después de su estreno. Parece que la primavera está siendo cinematográficamente propicia para Oviedo: acaban de abrir los magníficos Cines Embajadores-Foncalada y parece que la derecha vetusta dejará que siga existiendo esa estupenda iniciativa llamada Radar.