de Christopher Nolan. EE.UU., 2023. 180’.
20 de julio de 2023. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.
9 de marzo de 2024. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.
Vemos en blanco y negro lo que podrían ser los hechos documentados y en color la forma en que los habría vivido Oppenheimer. Con su habitual capacidad para componer imágenes poderosas, Christopher Nolan nos ofrece una historia compleja centrada principalmente en los diálogos. Algo que se nota en la densidad de situaciones y personajes que, sobre todo en la primera parte, Kai Bird y Martin J. Sherwin han querido llevar desde su libro (Prometeo americano) al guion de la película. Eso hace que la trama, aunque más accesible que otros trabajos de Nolan, requiera prestar tanta atención a lo que se dice como a lo que se ve. Bird, Sherwin y Nolan reivindican al Oppenheimer antifascista, al científico tenaz y torturado, y también al ciudadano que toma conciencia de que el poder nuclear es mucho más que un arma de guerra. En la historia de la ciencia el Proyecto Manhattan es considerado como el hito que dejó atrás la tradicional ciencia heroica con protagonistas individuales e inauguró la Gran Ciencia, la que hacen grandes equipos, requiere enormes recursos y sitúa a los investigadores en un complejo entramado liderado por las administraciones públicas (el sector militar en proyectos como Manhattan o Apolo) o las grandes empresas (las que se disputaron la primacía en el desarrollo de la microinformática o las redes sociales y las que ahora hacen de parteras de la inteligencia artificial). Pero la película de Nolan no trata de la Gran Ciencia, sino que nos muestra la epopeya heroica de otro moderno Prometeo que se da cuenta de que en Estados Unidos la paz mundial se concibe de la misma forma en que los de la asociación del rifle entienden la seguridad de su barrio. Por lo demás, entre las virtudes de esta película está también la de haber presentado, siquiera sutilmente, el contraste entre la primacía testosterónica de todos los artífices de los mayores atentados terroristas en la historia de la Humanidad (Hiroshima y Nagasaki) y las actitudes de las dos mujeres más importantes en la vida de Oppenheimer. Y es que banderas, armas y machos salvajes son siempre los ingredientes de las guerras. Formalmente son muy distintas, pero la película de Nolan también haría un bien díptico con el documental de Sergei Loznitsa Sobre la historia natural de la destrucción. Las dos películas ayudan a entender mejor el papel, nada heroico, de Estados Unidos en las postrimerías bélicas de Japón y Alemania en los años cuarenta.