24 de octubre de 2014. Teatro Carrión, 59º Semana Internacional de Cine de Valladolid (sección oficial). V.O.S.
Thomas Jacob es una estrella músical de fama mundial. Vive en Los Ángeles, pero vuelve a Dinamarca para grabar un disco. Hace años que no ve a su hija, así que el encuentro es obligado. Ella tiene un niño de once años, Noa, del que Thomas tendrá que hacerse cargo por una temporada. O para siempre.
El magnífico recuerdo de Una familia (la anterior película de esta directora que vimos el año pasado en el Niemeyer) nos hizo tener muy claro que una de las que no nos perderíamos en la Seminci sería esta. Y hay que reconocer que Pernille Fischer Christensen tiene una gran capacidad para analizar las tramas de los afectos familiares y llevarlas delicadamente a la pantalla. Lo había demostrado en aquella estupenda película que, además de otros méritos, incluye una de las agonías más impresionantes y que yo haya visto en el cine (aunque sea mucho menos conocida que la de Haneke). Sin embargo, en Alguien a quien amar el divismo del guapo cantante maduro acaba ahogando la intensidad de la historia. En la primera parte sorprende ver a un personaje con una gestualidad afectada que casi no varía entre los escenarios y la intimidad. Pero a partir del inesperado suceso que cambia la situación del niño, la historia parece concentrarse excesivamente en el abuelo y en un drama subjetivo que cada vez nos importa menos. Así que Alguien a quien amar se queda en un extraño punto medio entre la magnífica historia familiar de la anterior película de Christensen y el simple culebrón de sobremesa que por momentos parece. De hecho, ha sido más interesante Si me abandonas ahora, una historia también familiar de Maria Eriksson sobre el momento en que una joven se va a vivir con su novio y lo que pasa cuando una madre no lo lleva bien. Esos diecinueve minutos suecos casi resultan mejores que la hora y media danesa.