29 de octubre de 2016. Teatro Zorrilla, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (sección Punto de Encuentro). V.O.S.
Ahmad es un padre de familia algo pánfilo que tiene una deuda con un cliente al que iba a hacer una obra. Y no puede saldarla porque el dinero que le anticipó se lo prestó a un primo para que importara diez portátiles desde Canadá. Pero el primo no puede venderlos porque están retenidos en la aduana. Así que Ahmad es condenado a tres meses de prisión por no pagar su deuda. En la cárcel comparte celda con un grupo de reclusos de los que es lider un tipo grande que tiene un pequeño comercio en su litera. Es una comunidad sencilla en la que pasará menos miedo del que podría temer.
Con algunas derivas surrealistas (la que motiva la imagen del cartel, la del generoso director de la prisión, la del traslado de los presos en la escena final...) y algunos subrayados que buscan la sonrisa del espectador, Bienes benditos es una historia tierna en un contexto que uno imagina tan duro como el de una prisión jordana. La candidez y el estoicismo del protagonista resultan magnéticos y hacen que la película se siga con interés aunque uno no tenga muy claro qué es lo que se pretende contar. De hecho, las ironías sobre las instituciones policiales y judiciales más que la intención central de la historia son elementos tangenciales en esta amable y singular película sobre un hombre tranquilo en una prisión llevadera. Antes se proyectó el cortometraje Medio hombre, una áspera historia de Kristina Kumrić que relata el regreso a casa de un soldado, probablemente croata, que ha sido prisionero del enemigo y que contemplamos desde la mirada infantil de sus hijas.