22 de noviembre de 2016. Teatro Jovellanos, 54º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.
Tres personajes enlazados en aquel tiempo terrible. Un policía francés que colabora con la Gestapo. Una aristócrata rusa detenida por esconder a dos niños judíos. Y un aristócrata alemán que ve en el nazismo la oportunidad para hacer real el paraíso alemán en la Tierra. Tras haber sido amantes hace años, él la encuentra en el campo de concentración que supervisa al final de la guerra.
Tres historias tan singulares como paradigmáticas y magníficamente hilvanadas en este nuevo retrato imprescindible sobre los horrores de aquel tiempo. Un blanco y negro sumamente oportuno. Un formato 4:3 que es tan pertinente en las imágenes de las declaraciones y reflexiones de los tres protagonistas (luego sabremos desde dónde nos hablan) como en las variadísimas escenas que muestran la intimidad familiar de los colaboracionistas franceses, la felicidad estival que compartieron las élites europeas de entreguerras o los espacios creados para industrializar el infierno. Andrei Konchalovsky apuesta por una película de aire mucho más clásico y discursivo que el de El cartero de las noches blancas, su anterior película. En el tema que trata, en la fuerza de sus imágenes, en la elegancia de los encuadres y en la originalidad de la forma de plantear el relato (trufado por esas confesiones que al principio se hacen extrañas pero luego resultan muy reveladoras) encuentro algún parentesco con la extraordinaria Ida de Pawel Pawlikowski. Aquella joya comenzó hace tres años en este festival el itinerario de premios y reconocimientos que logró en todo el mundo. Nada me extrañaría (ni lamentaría) que Paraíso también los tuviera en esta edición.