2 de noviembre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo.
Daniel Blake es un honrado carpintero maduro que, tras sufrir un infarto, padece las kafkianas disfunciones entre el sistema de bajas médicas y el de las oficinas de empleo británicas. En una de ellas conoce a Rachel, una joven madre al borde de la pobreza que ha tenido que trasladarse a vivir lejos de Londres. Daniel ayuda a Rachel todo lo que puede. Pero sus propios problemas crecen cada día en una maraña burocrática de la que no es capaz de escapar.
Ken Loach ha ganado este año la Palma de Oro en Cannes por esta película. Habría estado muy bien que el premio hubiera sido por toda la carrera de este buen director que tantas veces ha sabido unir militancia político, naturalismo narrativo y emoción. Sin embargo, en Yo, Daniel Blake no lo consigue. Nada que reprochar al tema y al compromiso que Loach mantiene intacto y que comparto por lo que hace a las intenciones de esta película. Pero el buen cine no está hecho solo de buenas intenciones. Tiene que haber historias sólidas y verosímiles que contagien la emoción del drama que se quiere contar. Yo, Daniel Blake la tiene en la catártica escena de la pintada que tan oportunamente justifica el título de la película. También en los momentos menos subrayados de la relación entre este viudo maduro y esta joven madre soltera que comparten afectos y solidaridad desde su condición de perdedores. Sin embargo, encuentro demasiadas situaciones que no están bien planteadas. Por ejemplo, la crisis de ella en el banco de comida, la decisión de él de buscarla en el prostíbulo o la previsible y poco verosímil penúltima escena. Me hubiera gustado mucho que esta película de Ken Loach me gustara mucho más. Sobre todo después de que él (o su productora) hace un par de semanas tuviera la amabilidad de poner un "me gusta" en nuestro tweet sobre la proyección en el instituto de su estupenda Buscando a Eric. Un gran tipo Ken Loach. Y casi siempre un gran director.