30 de enero de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.
La exposición en la Queen's Gallery del Palacio de Buckingham en Londres sirve de base a este repaso sobre la obra de Canaletto y la ciudad que la inspiró. Su forma de retratar la arquitectura y los ambientes, su sensibilidad para quintaesenciar la luz veneciana, su relación con el cónsul Smith (el amigo que le abrió el mercado de la nobleza inglesa o quizá el marchante que se enriqueció con su obra). Esos son algunos de los contenidos que hacen interesante un documental que ya sería muy grato por las imágenes que contiene.
Con un planteamiento formal bastante clásico (como es habitual en la serie Exhibition on Screen), este documental sobre Canaletto viene a confirmar que Venecia es una ciudad mucho más propicia para la pintura que para la fotografía. Los turistas multiplican desde sus puentes los autorretratos con móviles, pero la disposición de sus infinitos rincones pintureros parece ofrecerse más a la serena mirada del artista que busca captar la esencia de la luz en un lienzo que a la urgencia del fotógrafo que quiere capturar la singularidad del instante. Aunque no lo parezca, Canaletto dibujaba en la calle y pintaba en su estudio. Así que la composición de sus obras es equilibrada, detallada y minuciosa, pero el color y la luz crean esa atmósfera, casi irreal, que asociamos con una ciudad que, en la memoria de quien la conoce y en la imaginación de quien aún no la ha visto, se parece más a los cuadros del pintor que a las imágenes reales con las que Bickerstall los va cotejando en la película. Así que la pintura de Canaletto es un modo de construcción de un imaginario. El de esa ciudad de belleza sublime cuya contemplación siempre parece estar buscando la mejor perspectiva para componer un cuadro.