lunes, 16 de septiembre de 2024

Solos en la noche

de Guillermo Rojas. España, 2024. 88’.
16 de septiembre de 2024. Cines Embajadores-Foncalada, Oviedo.

Un grupo de abogados laboralistas en un despacho andaluz. Es la tarde del 23 de febrero de 1981 y las noticias de la radio interrumpen sus devaneos. Esa noche la pasarán juntos en la casa de la tía del más pasmado. Y será inolvidable por muchos motivos.

Era mi primer curso en la facultad y aquella tarde volví a mi instituto para ver a mi querida profesora de filosofía en el Carreño Miranda que me estaba ayudando con un trabajo de investigación sobre el preescolar en Avilés (acabaría siendo el primer artículo que publiqué). Cerca de las seis y media bajó a la cafetería otro profesor para que pusiéramos la radio y escucháramos lo que estaba pasando en el congreso. A continuación yo iba a ver una película de Godard en la Casa de la Cultura, pero los planes cambiaron. Aquella noche y el día siguiente también los recuerdo muy bien: nuestra vecina Marcelina viendo la televisión con nosotros y temiendo estar reviviendo sus tragedias familiares de cuando la guerra, la portada de El País con la constitución, aquellos guardias civiles que a la mañana siguiente salían tranquilamente por las ventanas del congreso y saludaban militarmente a Tejero, la repetición de las imágenes de aquella tarde con una voz que ordenaba parar el tiroteo diciendo "qué vais a dar a los nuestros"... Guillermo Rojas ha conseguido que los que tenemos cierta edad volviéramos a contar lo que estábamos haciendo aquella tarde. Y, tras la proyección, así empezó también el coloquio con José Ramón Paterson, un periodista asturiano que tenía bastantes cosas interesantes que compartir sobre aquel tiempo difícil. Solos en la noche es la primera del ciclo La memoria perdida que hoy comienza en los cines Embajadores Foncalada. Y ha sido una buena elección la de esta sorprendente película de Guillermo Rojas que filma una comedia fresca y divertida sobre un grupo de jóvenes ochenteros e izquierdosos en medio de aquel golpe de estado que marcó la historia de España. La idea era muy atrevida y disonante. Y quizá ahí ha estado el acierto. En hacer posible que, sin banalizar el tema ni el contexto, se recuerde que los momentos más dramáticos también pueden albergar cotidianidades atolondradas e hilarantes.