sábado, 28 de septiembre de 2024

Tardes de soledad

de Albert Serra. España, 2024. 125’.
28 de septiembre de 2024. Teatro Victoria Eugenia, 72º Festival de San Sebastián (Concha de Oro).

Los toros y Andrés Roca Rey. Son los protagonistas absolutos. A él lo vemos en el hotel siendo ayudado a vestirse de luces, en el microbús con su cuadrilla cuando va o vuelve de la plaza y, sobre todo, en la arena, plantándole cara a los toros. A ellos los vemos de noche en el campo, enfrentándose al torero en el coso, muriendo en las tablas y finalmente arrastrados por la arena.

No sé si dentro de cincuenta años habrá corridas de toros en España. Pero seguramente la película de Albert Serra seguirá siendo el mejor testimonio cinematográfico sobre ellas y una película tan sorprendente como El perro andaluz de Buñuel. Nada menos. Las decisiones formales son magníficas. Sin comentarios, sin subrayados, sumando la verdad del cine a la verdad del toreo. La elección de Andrés Roca Rey (casi un trasunto de José Tomás) es muy acertada. Es el torero valiente y silente con gestualidad máxima frente al toro y contención extrema fuera de la plaza. Apenas lo oímos más que cuando grita al toro en el coso. Del toro escuchamos siempre su respiración, desde esa noche intemporal en el campo con que se abre la película y parece estrenarse el mundo, hasta cuando buscando el engaño que el torero le ofrece y finalmente expira con la puntilla. Albert Serra no nos hurta nada de la esencia del toreo. Al contrario, destila su violencia, su sangre, su peligro y su belleza. Y para ello evita las músicas y el encuadre tópico igual que Rafael Sánchez Ferlosio detestaba la bella página. Es imagen pura y sonido certero para retratar la intimidad del encuentro entre los dos protagonistas de esa fiesta trágica. Los que ven en ella una fiesta ancestral disfrutarán de haber estado en su centro. Los que ven tragedia y brutalidad humana encontrarán pruebas sangrientas de todo ello. El público de la plaza está muy presente, pero siempre en fuera de campo. Solo lo oímos y sus gritos espantados nos hacen partícipes de no solo la brutal cogida en las tablas de Andrés Roca Rey sino de otro espanto casi en el mismo momento (luego sabremos por la cuadrilla que Cayetano también cayó en la arena y que se había lanzado al ruedo "como un perro" para ayudar a su compañero). La proyección en el Victoria Eugenia era muy tarde y tenía bastante riesgo de sueño, pero quizá sea la película que he visto más despierto desde hace mucho tiempo. El resto del público que había agotado las entradas creo que también ha estado bien despierto. Precisamente por eso, muchos abandonaron la sala, supongo que espantados por lo que estaban viendo. La Concha de Oro ha sido concedida por unanimidad ante esta obra de arte que, como todo arte (¿también el toreo?) suscita disputas. El jurado lo presidía Jaione Camborda, la directora de O Corno y de él formaban parte una escritora (Leila Guerriero) y un cineasta (Ulrich Seidl) a los que admiro. Así que me alegro de que su criterio no me haya defraudado. También me alegro por Albert Serra. Siempre hace buenas faenas, pero con esta ha conseguido plantarse en los medios.