31 de mayo de 2013. Cines Marta, Avilés.
Lucas es muy querido por los niños de la escuela infantil en la que trabaja. Tiene un carácter amable y está muy bien integrado en su pueblo. Sin embargo, la acusación de pederastia a partir del comentario de una niña le condena a un ostracismo que no cesará aunque el juez no encuentre ninguna prueba contra él.
La caza siempre ha unido mucho. La de brujas también. Imaginar y temer crímenes horribles de los que hay que proteger a los nuestros pasa por identificar y aislar a ese otro al que se presume depravado. Cuando un grupo desencadena esa caza la culpabilidad del otro se presupone y su inocencia se hace indemostrable. Sobre todo cuando el otro se identifica con precisión (un individuo, una minoría...) y la víctima se asocia con un grupo difuso (la infancia, un sexo...) al que se considera vulnerable. Thomas Vinterberg muestra este mecanismo casi tribal en esta interesante película en la que aborda un tema tan delicado como la pederastia desde un punto de vista que no es políticamente correcto. Sabe que está entrando en terrenos peligrosos, así que toma la precaución de no dejar ninguna duda al espectador de que Lucas no solo es inocente, sino también un ciudadano ejemplar. Pero su nobleza no le servirá de nada cuando los demás den por supuesto que la culpabilidad se deriva necesariamante de una acusación infantil (inducida en este caso por los propios prejuicios adultos como se ve en la magnífica escena del interrogatorio de la niña por el supervisor de la escuela). La historia avanza haciéndonos vivir el callejón sin salida al que se enfrenta un personaje por el que Mads Mikkelsen (ese espléndido Vigo Mortesen danés que hacía de médico ilustrado en Un asunto real) tuvo bien merecido el premio al mejor actor del festival de Cannes del año pasado. La construcción social de la victima (y, por ende, del victimario) es, por tanto, el tema de esta interesante película que plantea muchas más cosas que las que muestra. Y es que demasiadas veces se olvida que la de víctima es una circunstancia en la que se está, no una condición que se es. Una sociedad sana ayuda a las victimas facilitándoles que puedan dejar de serlo cuanto antes. Las sociedades enfermas consideran, por el contrario, que la de víctima es una condición esencial de ciertos grupos a los que, con la excusa de protegerles, a veces se les impulsa a ejercer el victimismo para justificar esas cazas de brujas que ponen en riesgo algo tan básico para la convivencia como la presunción de inocencia.
La caza siempre ha unido mucho. La de brujas también. Imaginar y temer crímenes horribles de los que hay que proteger a los nuestros pasa por identificar y aislar a ese otro al que se presume depravado. Cuando un grupo desencadena esa caza la culpabilidad del otro se presupone y su inocencia se hace indemostrable. Sobre todo cuando el otro se identifica con precisión (un individuo, una minoría...) y la víctima se asocia con un grupo difuso (la infancia, un sexo...) al que se considera vulnerable. Thomas Vinterberg muestra este mecanismo casi tribal en esta interesante película en la que aborda un tema tan delicado como la pederastia desde un punto de vista que no es políticamente correcto. Sabe que está entrando en terrenos peligrosos, así que toma la precaución de no dejar ninguna duda al espectador de que Lucas no solo es inocente, sino también un ciudadano ejemplar. Pero su nobleza no le servirá de nada cuando los demás den por supuesto que la culpabilidad se deriva necesariamante de una acusación infantil (inducida en este caso por los propios prejuicios adultos como se ve en la magnífica escena del interrogatorio de la niña por el supervisor de la escuela). La historia avanza haciéndonos vivir el callejón sin salida al que se enfrenta un personaje por el que Mads Mikkelsen (ese espléndido Vigo Mortesen danés que hacía de médico ilustrado en Un asunto real) tuvo bien merecido el premio al mejor actor del festival de Cannes del año pasado. La construcción social de la victima (y, por ende, del victimario) es, por tanto, el tema de esta interesante película que plantea muchas más cosas que las que muestra. Y es que demasiadas veces se olvida que la de víctima es una circunstancia en la que se está, no una condición que se es. Una sociedad sana ayuda a las victimas facilitándoles que puedan dejar de serlo cuanto antes. Las sociedades enfermas consideran, por el contrario, que la de víctima es una condición esencial de ciertos grupos a los que, con la excusa de protegerles, a veces se les impulsa a ejercer el victimismo para justificar esas cazas de brujas que ponen en riesgo algo tan básico para la convivencia como la presunción de inocencia.