1 de mayo de 2013. Cines Ocimax, Gijón.
Momentos de enamoramiento de una pareja en el Mont Saint-Michel. Momentos de crisis de su amor en Estados Unidos. Y también momentos de crisis en la fe de un sacerdote.
El amor a la malickiana manera. Planos breves de actores guapos que se mueven con gracia mientras la cámara les ronda. Atmósferas y gestos intensos subrayados por músicas y palabras que parecen proceder de espacios trascendentes. La delgada línea roja entre la poesía y la cursilería atravesada una y otra vez por Malick. Lo que muestra es atractivo, pero lo que quiere contar permanece en las elipsis. Si su película trata del amor y el desamor su aportación no es más profunda que un videoclip. Si el tema es religioso (¿será ese Ben Afleck mudo que busca la contaminación en la tierra un trasunto de ese Cristo al que el sacerdote Bardem no encuentra?), hay que decir que solo a Malick se le consienten unos desvaríos que acabarían con la carrera de cualquier otro director. Para disfrutar con To the wonder hay que obviar sus sonrojantes elucubraciones místicas y dejarse llevar por la singular atmósfera Malick. Aunque con media hora podría ser suficiente. De hecho, algunos no aguantaron mucho más.
El amor a la malickiana manera. Planos breves de actores guapos que se mueven con gracia mientras la cámara les ronda. Atmósferas y gestos intensos subrayados por músicas y palabras que parecen proceder de espacios trascendentes. La delgada línea roja entre la poesía y la cursilería atravesada una y otra vez por Malick. Lo que muestra es atractivo, pero lo que quiere contar permanece en las elipsis. Si su película trata del amor y el desamor su aportación no es más profunda que un videoclip. Si el tema es religioso (¿será ese Ben Afleck mudo que busca la contaminación en la tierra un trasunto de ese Cristo al que el sacerdote Bardem no encuentra?), hay que decir que solo a Malick se le consienten unos desvaríos que acabarían con la carrera de cualquier otro director. Para disfrutar con To the wonder hay que obviar sus sonrojantes elucubraciones místicas y dejarse llevar por la singular atmósfera Malick. Aunque con media hora podría ser suficiente. De hecho, algunos no aguantaron mucho más.