1 de mayo de 2017. Centro Niemeyer, II Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.
El 1973 Olga Hepnarova lanzó un camión contra un grupo de personas en una acera de Praga. Fue un crimen deliberado, una condena a muerte de ciudadanos inocentes que ella decidió de manera consciente. Una condena que decretó por escrito esa joven lesbiana que siempre se sintió acosada.
La escena del camión y lo que vino después no es el centro de la película. Yo, Olga Hepnarova nos habla de una joven que vive torturada y para la que esa acción, que en Europa representa hoy la quintaesencia del acto terrorista, fue un camino hacia un suicidio asistido que completa el que, en versión fallida, abre la película. La ambientación es impecable, el blanco y negro muy oportuno y la vida de la protagonista en su entorno está muy bien perfilada (en eso me recuerda a la reciente El día más feliz en la vida de Olli Mäki de Juho Kuosmanen). Pero el desarrollo de la historia resulta algo tedioso y ni siquiera la intensidad de su tramo final consigue transmitir la tensión que debieron tener unos hechos tan tremendos como los que relata esta película.