19 de enero de 2019. Centro Municipal Integrado Pumarín, Gijón.
Isra sale de la cárcel y Cheito acaba de volver a San Fernando tras un largo tiempo en un barco de la Armada. Son aquellos hermanos de La leyenda del tiempo que habían perdido al padre y se debatían entre el futuro deseable y el presente posible. Ahora cada uno tiene tres hijos, relaciones amorosas muy distintas e importantes dilemas a los que enfrentarse. Los dos siguen viviendo entre dos aguas.
La leyenda del tiempo es el título de la primera parte de este magnífico díptico y de aquel extraordinario disco que Camarón recomendaba que escucharan más veces quienes no lo entendían. Pero también es una buena descripción de la esencia del cine. Isaki Lacuesta parece asumirlo volviendo a mostrarnos en la edad adulta a unos seres que su mirada convirtió en inolvidables hace ya doce años. Entre dos aguas nos devuelve otra vez a su mundo. Entre dos mares. Entre las salinas y los caños que descubren las mareas en esa tierra extrañamente insular en que nació Camarón. Entre la esperanza y la marginalidad de unas vidas en la encrucijada. Entre el vacío oscuro que dejó el padre muerto y la luminosa calidez de la paternidad reciente. Entre dos aguas también revela la forma en que Isaki Lacuesta ha decidido acercarse a una historia en la que ficción y realidad no se distinguen, en la que el hiperrealismo no es veracidad sino verdad, en la que persona y personaje se funden y confunden, en la que la cámara se diluye en cada escena para asomarnos a instantes que solo pueden contemplar quienes los viven. Entre dos aguas es nítida, poética, luminosa y sugerente. Como las palabras que embelesan de los niños y las pieles tatuadas de los hombres que se siguen bañando como niños.