4 de enero de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.
Berlusconi y alrededores. Los de un trepa que busca acercarse a él organizando fiestas con chicas cerca de su mansión veraniega. Los del divo egocéntrico y patético al que vemos derrotado pero también tramando la manera de volver a ser presidente.
La estética tiene ese elitismo barroco y extravagante (y un punto surrealista) que hacía tan fascinantes las imágenes de La gran belleza o La juventud. Y la historia es la caricatura (es decir, la descripción naturalista) de un ególatra superlativo interpretado por un Toni Servillo camaleónico transmutado aquí en aquel insoportable Il Cavaliere. Paolo Sorrentino ya había hecho algo parecido con Giulio Andreotti en Il Divo, con lo que nos está ofreciendo un panorama de la historia reciente de Italia a través de la patética figura de sus líderes más vergonzosamente emblemáticos (lamentablemente su país sigue ofreciéndole ahora material para otros trabajos). En Silvio (y los otros) no solo se despacha a gusto con un personaje que bien lo merece sino que nos ofrece multitud de imágenes seductoras que ya valdrían la pena aunque solo fueran una ficción surrealista sobre el entorno y la intimidad de un Calígula o un Nerón redivivos en la Italia reciente.