23 de abril de 2013. Casa de la Cultura, Avilés.
Santos es un español que ha vivido muchos años en Argentina como asesino a sueldo. Ahora es un enfermo terminal que, con la ayuda de una enfermera que le facilita morfina, abandona el hospital de Buenos Aires e inicia un viaje sin rumbo por carreteras secundarias. Por azar le acompaña Érika, una mujer joven a la que tampoco parece importarle llegar a ningún lugar. Pero no será así. El viaje les unirá y acabará reconciliando a cada uno con su pasado. Santos recordará por fin el nombre del primer hombre al que asesinó y Érika volverá, después de varios años, al hogar de su familia en Salta. El poético final doble subrayará la conjunción del título.
Una fotografía con un color saturado en el que dominan los azules y una voz en off que narra y comenta constantemente lo que las imágenes muestran son seguramente los aspectos más llamativos de esta película sobre un viaje agónico por paisajes marginales de Argentina. Por este Santos, viejo y doliente, José Sacristán ha ganado este año un Goya que hace tiempo que tenía bien merecido y que supo agradecer con un discurso memorable.